lunes, 31 de diciembre de 2018

Tratamiento

En agosto del 2018 tuve mi primera descompensación, llegó mi menstruación y a partir de ahí todo empeoró ya que se convirtió en una hemorragia que hizo que mis células se mantuvieran por el suelo, fuertes infecciones me atacaban, mi hemoglobina estaba tan baja que ya me costaba mucho salir de casa y caminar sin cansarme, las pocas plaquetas que tenía ya no podían parar ningún sangrado. Tuve que cambiar de hospital debido a que ya no podía solventar los gastos que se venían. 

Gracias a Dios pude llegar a uno de los mejores hospitales que tiene mi país y desde que ingresé a urgencias la atención ha sido de lo mejor. Me hicieron estudios de todo mi cuerpo, incluyendo dos biopsias, aspirados y cariotipos de médula ósea; resonancia magnética, tomografía, ultrasonidos de cada órgano y estudios de sangre todo lo que pudiera existir. Todo esto para saber mi estado de salud en general y poder definir bien el diagnóstico ya que no se sabía con exactitud si era una Anemia Aplásica en recaída o un Síndrome mielodisplásico.  Durante todo este tiempo tuve algunos internamientos debido a las hemorragias que tenía, y aprovechaban para transfundir lo que mi cuerpo necesitara. Al final después de tantos estudios se dio por conclusión que el diagnóstico final era una Anemia Aplásica en Recaída y que necesitaba empezar rápidamente un segundo ciclo de Timoglobulina.
 Por lo que el 28 de octubre ingresé al área de Trasplante de Médula Ósea para que me pudiera aplicar la GAT, el protocolo es muy diferente al que me sometieron hace siete años, me pusieron un catéter en el cuello para que no hubiera más complicaciones y fuera más cómodo para mí. Y diario seguía la misma rutina a las 5:00 am me despertaban para meterme a bañar y sacarme muestras de sangre. En el transcurso de la mañana me aplicaban medicamentos, me transfundían y me preparaban para la GAT que comenzaba a las 12:00, dependiendo de cómo mi cuerpo se fuera sintiendo se definía el número de horas por el cual entraría a mi cuerpo, todo esto por cinco días, normalmente terminaba a media noche. Las complicaciones que tuve fueron fiebre, dolor de huesos y articulaciones, ronchas en toda la piel, tos, gripa y vómito. El tiempo pasó y salí del hospital.

¿Qué sigue? 

Esperar.

El hematólogo me dijo desde un principio que debido a que ya había recibido anteriormente GAT, las posibilidades de que esta ocasión haga efecto en mi médula son de un 35% por lo cuál los primeros 180 días después del tratamiento son primordiales para el pronóstico a largo plazo.

En dado caso de que no responda al tratamiento se optaría por un trasplante de cordón umbilical el cuál en mí sería muy riesgoso debido a las 136 transfusiones que ya llevo pero que aún así lo intentaríamos. 

Llevo un par de semanas fuera del hospital y he tenido algunas complicaciones con mis riñones ya que estoy tomando muchísimos medicamentos. He perdido mucha condición física por lo que me canso muy fácilmente. No puedo recibir visitas, ni salir y mucho menos  comer en la calle, hay mucho riesgo de que contraiga alguna infección y regrese al hospital.

Una enfermedad detiene tú vida en todos los aspectos, y ahora qué terminó el tratamiento viene la parte dura porque no puedo aún trabajar, ni regresar a la escuela. Mi vida está en espera, y es una situación muy difícil. Me preocupa la escuela porque ya quiero terminar mi licenciatura y ya se ha postergado varios años.

Una de las cosas que más extraño es mi trabajo. En muchas ocasiones sueño con volver a trabajar, con volver a ver a mis alumnos, volver a cantar con ellos y verlos sonreír. 

Lo único que queda es esperar en Dios. 

Tratamiento

En agosto del 2018 tuve mi primera descompensación, llegó mi menstruación y a partir de ahí todo empeoró ya que se convirtió en una hemorra...